Enero se despidió de 2015 como con apremio, como si deseara dar paso al mes en que el amor y la amistad son más universales por la costumbre de querer resaltar en una fecha sentimientos que debemos enaltecer siempre.
Febrero no será menos dinámico en la sucesión de sus
días, y llegará el mes que antecede al de las mejores vistas de las flores del
paisaje, para en mayo esperar las lluvias y en junio reparar que habremos
llegado a la mitad del tiempo constituido en referencia para ver progresos y
regresiones en nuestras vidas.
El
tiempo parece cada vez más un jinete a caballo desbocado, un tren de alta
velocidad de los de moda ahora en China, un Boeing que pide pista para
aterrizar porque no debe estar muchas horas en vuelo.
Ya
en la antigüedad, Hiráclito había dicho que “el tiempo era un niño que juega a
los dados”, mientras en el siglo XX Pablo Milanés lo tildó de implacable en una
de sus canciones, y Eliseo Diego lo dejó en testamento para la humanidad en uno
de sus poemas.
Cada
quien, a su manera, tiene la noción de que vivimos de forma acelerada en un
espacio movido por el mismo viento que arrastra las hojas.
Hace poco un niño preguntó que si ayer era hoy, y un anciano respondió que si el pequeño quería, sí, que daba lo mismo, que de todas maneras él sentía al despertarse que hoy era mañana.
Hace poco un niño preguntó que si ayer era hoy, y un anciano respondió que si el pequeño quería, sí, que daba lo mismo, que de todas maneras él sentía al despertarse que hoy era mañana.
La
rara respuesta del viejo transporta a la sensación de que con el alba nace la
noche, con la noche la madrugada y con la madrugada uno de esos nuevos días íntegros
en que para muchos, y hace bastante, Dios hizo el mundo.
Rendidos
todos a la dicha o el lamento de que los períodos existenciales lleguen como
llegan, vale estar conforme con esos minutos que vislumbramos en espera, y aceptar
a gusto el citado testamento de uno de los buenos poetas de Hispanoamérica:
no poseyendo más
entre cielo y tierra que
mi memoria, que este tiempo;
decido hacer mi testamento.
Es
este: les dejo
el tiempo, todo el tiempo.
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