Me pidieron una crónica dedicada a las mujeres, como si
no bastara la memoria histórica escrita a diario por quienes igualan a la naturaleza
en ser madre, espíritu, vida.
No me gusta sublimar las cosas, pero quien niegue que sin una dama es imposible equilibrar el universo nunca habrá entendido bien el
sentido de la armonía.
Hoy vale olvidar esa frase de mal gusto de que las
mujeres son un mal necesario, porque es fecha para enaltecerlas y porque en
realidad nadie se contentaría creyendo que un mal debe acompañarnos.
Si hace tanto sabemos lo imperfecto que somos, a nadie
se le debe mirar sin las luces y las sombras que nos hacen desear en otros la
parte iluminada.
Dije en otra crónica que aspirar a rosa sin espina es
desestimar el todo, incomprender que la flor es bella solo si lo aprueban los
ojos.
Es inútil explicarse por qué las mujeres despiertan miradas
casi todo el tiempo y de casi todo el mundo en la calle, en centros laborales, en
las casas y hasta en sueños.
El sexto sentido atribuido a las féminas debe dotarlas
incluso del poder ilusorio de los magos cuando uno las sabe de un modo y en un
lugar, pero parecen ser de otra forma y estar en cualquier parte.
Creo que es hora de rendirse ante ellas, si como quiera
al levantarnos comprobamos que nos hacen falta desde la aurora hasta el último
minuto del día.