No hay cómo parar el drama de los accidentes de
tránsito en Cuba. Entristece saberlo, sobre todo porque tampoco hay cómo
explicarse el rol de la lógica y la justicia en contra de los culpables.
Cansa ver tanta muerte, traumas, lesiones, dolor
familiar y social; tanta negligencia en
los choferes y tanto desangramiento económico en un país que necesita hasta del
más mismo tornillo.
Poco ha servido la propaganda para evitar la
proliferación de tragedia en las vías, la penalización a los conductores hasta
la posible suspensión de la licencia a causa de infracciones, y hasta la escasa
circulación de vehículos en calles y carreteras, respecto a lo necesario.
A esta hora no sé, ni me interesa, saber si los
accidentes disminuyeron o aumentaron de un año a otro. Lo preocupante es que la
irresponsabilidad campea por doquier, y que nos corroe la impotencia del nada
poder hacer.
No son pocos los que piensan que en cuestión de
justicia, en Cuba se es benevolente con los choferes que provocan sobre todo
los accidentes más graves. En definitiva un día pueden volver al volante, como
si el daño que hicieron se enterrara según se entierra a un muerto.
Es lamentable además que los familiares de un fallecido
y la gente en general se queden sin saber
qué sucede con los culpables. Pudiera aparecer en la prensa, que muchas veces ni
siquiera da a conocer antes la causa de lo sucedido, el nombre del que violó,
la historia completa del qué pasó.
Lo curioso está en preguntarse si lo inconcluso de la
información depende del periodista, o de la falta de voluntad para ofrecer
datos por parte de las personas autorizadas a personarse en el lugar de los
hechos para investigar.
Claro que no todo se tiene al instante, pero el deber
de informar no tiene momento porque es todo el tiempo, y pretender ocultar lo
relacionado con desgracias que cuestan vidas por transgresiones es, literalmente, criminal.
Por razones como estas, hoy la lucha contra los
accidentes del tránsito está perdida. Lo dice la realidad, y la sensación de
que si un daño se repite, aunque sea igual, es peor.