Hoy el concurso Nuestra Belleza Latina 2013 coronará a una
de las muchachas sometidas hace dos meses a un rosario de miradas y opiniones
que les dieron imagen pública en un sueño compartido por millones de personas
en todo el mundo.
Cuando en este país se critica o celebra la existencia de un evento que resalta el ideal de hermosura física por encima incluso de la promovida integralidad de las competidoras por parte del jurado, vale preguntarse por qué tanto revuelo con una propuesta de espectáculo bien distinta en estructura e intereses a las de la televisión cubana.
Cuando en este país se critica o celebra la existencia de un evento que resalta el ideal de hermosura física por encima incluso de la promovida integralidad de las competidoras por parte del jurado, vale preguntarse por qué tanto revuelo con una propuesta de espectáculo bien distinta en estructura e intereses a las de la televisión cubana.
Lo digo porque, sin interés de opinar solo por
autocomplacencia, es llamativo que un producto audiovisual divorciado de los
patrones sustentados por nuestras instituciones como guías enaltecedoras de
valores tenga en vilo a tanta gente.
No exagero si expreso que según mi percepción, niñas y
adolescentes siguen aquí tanto o más que los adultos la suerte de esas contrincantes
reunidas cada año en una mansión para esperar por retos, decantaciones, votos
de simpatizantes y sucesos quizás decepcionantes, tal vez esperanzadores,
aunque siempre movidos por el ensueño.
Eso dice que la elección de lo visto o por ver en pantalla
chica gracias a los DVD u otros soportes tecnológicos reduce la edad del
destinatario, aviva lo seductor del consumo, moldea el gusto de la audiencia
futura.
Para mí, detrás del fenómeno social del concurso generador del
prototipo de la mujer latina y de productos culturales semejantes está, ante todo, el simpe hecho de saber
alimentar la ilusión.
Si un medio de difusión, bajo el precepto que sea, equivoca
la tesis de que un programa debe en esencia entretener y crear expectativas, peca
además contra el deseo del receptor de volar en imaginación como mismo necesita
encontrar su espíritu.
El concurso de belleza de Univisión se sustenta en pautas dictadas hace mucho por una industria que encuentra en la participación de la audiencia, directa o indirecta, uno de sus grandes puntales.
Lo sentí cuando en el chat vi el nombre de Bárbara Turbay, le envié un mensaje de elogio y respondió: Gracias. Besosss.
Parecería cursi, pero la ilusión ilumina el universo.
El concurso de belleza de Univisión se sustenta en pautas dictadas hace mucho por una industria que encuentra en la participación de la audiencia, directa o indirecta, uno de sus grandes puntales.
Lo sentí cuando en el chat vi el nombre de Bárbara Turbay, le envié un mensaje de elogio y respondió: Gracias. Besosss.
Parecería cursi, pero la ilusión ilumina el universo.