Bienvenidos

Los primeros pensamientos para encontrar nombre a este blog fueron tan arduos que pronto desistí. Intenté una y otra vez encontrar un término aceptado por la lengua o inventado que denotara Baracoa, mi primera tierra, y nunca quedé conforme. Entonces reparé en que al pensar recreaba un mundo muy propio, quizás porque el que vivimos todos no contenta como yo quisiera, y exige creer que el Sol va a iluminar el día, aunque haya nublados. Creo que nombrar este blog La bolita´el mundo puede expresar mi deseo de representar, aunque sea desde el yo personal, lo que desde niño imaginé universo, hoy tan frágil y vulnerable que por momentos no parece más que una pequeña esfera. La bolita´el mundo es mi mundo, es Baracoa, Cuba, mi familia, mis amigos, son los cubanos dispersos por doquier, las personas incluso que no conozco y la sensorialidad por la que respiro y busco armonía para convivir con la gente en y desde todo lugar, desde toda expresión. Es, en fin, el mundo en mí. O si se quiere, yo en el espacio creado por Dios o la Gran Explosión, según se crea. Lo importante será la palabra, esa por la que me gano el pan y trato de hacer verso.

domingo, 11 de mayo de 2014

Crónica para no ser leída

Hoy tampoco tengo el regalo que hubiera querido entregarle a mi madre. Digo tampoco porque si tenerla es invaluable, no creo poseer lo suficiente para hacerla sentir reina.

Puede ser una actitud egoísta en mí, porque en definitiva quien haya procreado lo que necesita y busca es amor correspondido entre el tronco y las ramas del árbol.

Este domingo mi mamá olvidará nuevamente su condición de homenajeada en casa, volverá a ser la última en sentarse a la mesa para degustar el plato elaborado a base de la gallina criolla que le llevé hace dos días, y alimentará la costumbre de comerse lo que, por elección, casi nadie preferiría.

Es una rutina difícil de cambiar cuando se sabe que las madres quieren tanto a los hijos que si por ellas fuera dictaran todo el tiempo lo por hacer de manera acertada e incuestionable, según consideren ellas.

Nada de eso lamento los segundos domingos de mayo; lamento que mi madre no sepa cuánto es para mí a falta de demostrarlo; que desconozca que me inspira crónicas no llegadas a sus manos ni escuchadas por aviso previo; que después de niño no haya podido decirle que la quiero como se lo he dicho a otra mujer.

Vivo con la zozobra de que un día me abandone ya sin tiempo de que el hijo repare lo irremediable, y con la alentadora sospecha de que lo no confesado a ella está registrado en su memoria hace mucho más tiempo del que yo pueda haber imaginado.

Después de todo, con palabras dichas o por decir, lo que más me agradece mi madre es comprobar lo que he legado de ella.

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