El astro rey se esconde. No sé si solo en Baracoa, y hace no más cinco días, pero su persistencia hace extrañar los tibios rayos que en días despejados aclaran el entorno poco después de 7:00 a.m y parecen iluminar la vida.
Agradezco las lluvias. Cualquier ser sensato lo haría, pero las recientes aquí ya humedecen el pensamiento, y en lo personal me hacen desafiar consecuencias del agua en un área más que periférica, campestre.
Es difícil ir a trabajar cuando sabes que al salir de casa caminas por donde a veces el lodazal exige malabares, y para superarlo demoras como si en vez de sortear lo sucio y resbaladizo tuvieras que cuidarte de un sembrado de minas.
Por momentos andas sin saber bien por dónde vas, o dónde es firme la tierra, porque la realidad parece turbar la vista, el sentido de orientación y la respuesta a lo que solemos preguntarnos cuando parecemos perdidos.
Así me vi esta mañana, cuando de repente la claridad me hizo levantar la vista en busca del ansiado sol. Fue una ilusión óptica. Había dejado atrás la sombra de los árboles.
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