La persecución de lo bello es tanta que es difícil vivir sin ella. En la búsqueda de lo que creemos hermoso hay una recurrencia sucesiva como los días, asociada a la estética y el deseo natural de hallar en todo luz y no sombra.
Si la vida es un milagro, la belleza es un misterio. ¿Por qué si no, es además un ideal, como puede ser Dios, un ídolo, un amor o un ambicionado propósito?
Aspirar a la belleza será imprudente si no la sabemos dual. Cuando premia por real, ennoblece; cuando daña por engañosa, es como puta vestida de blanco y con flores.
Hay que ser muy fuerte para no sentir que a veces lo hermoso asusta. Es un pavor complaciente y seductor, ladrón lo mismo de sonrisas que de lágrimas.
Quien piense que lo lindo siempre es un regalo nunca entenderá lo feo. Desear rosa sin espina es desestimar el todo, incomprender que la flor es bella solo si lo aprueban los ojos.
A ratos voy a lo literario y recuerdo a quien deseaba divisar todo azul, así como al niño que el padre llevó a conocer el mar y ante lo majestuoso del océano expresó: papi, ayúdame a ver.
La belleza tiene el matiz del cristal con que se mire. Según está en el mar, el arcoiris o la caída de la nieve, puede sublimarse con la imagen del fuego volcánico en la noche.
Por arduo que parezca, pueden conjugarse hermosura y drama. Hermosos eran el rostro y los límpidos ojos de mi amiga Ina, que con poco más de veinte años dejó a voluntad este mundo saltando al vacío.
Desde entonces me consuela pensar que también ella, en el aire, quiso tocar el Sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario