Bienvenidos

Los primeros pensamientos para encontrar nombre a este blog fueron tan arduos que pronto desistí. Intenté una y otra vez encontrar un término aceptado por la lengua o inventado que denotara Baracoa, mi primera tierra, y nunca quedé conforme. Entonces reparé en que al pensar recreaba un mundo muy propio, quizás porque el que vivimos todos no contenta como yo quisiera, y exige creer que el Sol va a iluminar el día, aunque haya nublados. Creo que nombrar este blog La bolita´el mundo puede expresar mi deseo de representar, aunque sea desde el yo personal, lo que desde niño imaginé universo, hoy tan frágil y vulnerable que por momentos no parece más que una pequeña esfera. La bolita´el mundo es mi mundo, es Baracoa, Cuba, mi familia, mis amigos, son los cubanos dispersos por doquier, las personas incluso que no conozco y la sensorialidad por la que respiro y busco armonía para convivir con la gente en y desde todo lugar, desde toda expresión. Es, en fin, el mundo en mí. O si se quiere, yo en el espacio creado por Dios o la Gran Explosión, según se crea. Lo importante será la palabra, esa por la que me gano el pan y trato de hacer verso.

martes, 23 de octubre de 2018

Yo periodista



No soy el médico, piloto, músico, ajedrecista que alguna vez de manera inocente o sensata quise ser; soy el periodista que soñé desde que tuve facilidad para decir algo, y deseos de que la escritura me explicara lo que no me explicaba nadie, ni todos los sentidos juntos.

Las primeras veces que supe que las personas viven de una ocupación fue cuando de niño conocí que mi madre era maestra, más cuando mi abuela materna decía delante de sus compadres que yo sería ginecólogo para verle a las mujeres algo a lo que muchas veces, sobre todo los hombres, damos un valor inexplicable.

Celebro que aquello del doctor quedara como un juego, y que mucho después, cuando opté por una carrera universitaria, desoyera el pedido de mi madre de que estudiara medicina, una carrera por la que yo no tenía vocación.

Quizás mi desvelo con el periodismo sea mayor por haber recorrido un camino más largo que otros para hacerme profesional siete años después de graduados mis compañeros de preuniversitario.

Hoy, en la cima de mi empeño, me debato entre la censura, la condicionada autocensura, el sacrificio casi enfermo, la poca utilidad del salario, el insuficiente reconocimiento social y la inmensa pasión que me atan al periodismo donde quiera que esté.

Hace poco alguien me dijo que no sabía a ciencia cierta para qué se convirtió en periodista, y al preguntarme por qué lo hice yo, le respondí que era mi manera de tratar de entender mejor a las personas y al universo.

Conozco a un joven y excepcional colega que en su carta de presentación en un blog dice que escribe porque sueña con ver a Dios un día. Yo no aspiro a tanto, pero aspiro a saber si Dios existe, porque aún me lo respondo sin quedar convencido.

He llevado encima durante veinte años una profesión que si amas de verdad te invita a elegir palabras y construir frases y trabajos mientras caminas, esperas, te diviertes, te das unos tragos de ron, te tomas unas cervezas, duermes y, si sueñas con la literatura de ficción, quizás hasta haciendo el amor.

Cuando pienso en lo que alguna vez quise ser, tomo del piloto la altura a la que se debe estar; del músico, el ritmo de las palabras; del ajedrecista, el tino en cada movimiento; y del periodista que soy, el periodismo todo, hasta ser luz.

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