El chofer de la emisora de Baracoa compartía con Zaddi, la niña, un plato elaborado con leche de coco y pescado, servido en jícara de güira durante el desarrollo en julio pasado de una acción cultural comunitaria en Barrancadero.
Fue una escena que vi repetirse muchas veces entre padre e hija, cuando ambos viajaban en el carro de La Voz del Toa conducido por él en funciones de trabajo periodístico.
Era prueba del amor mutuo de quienes se necesitan y lo muestran, más en circunstancias como las que imponían a ese padre llevar a la pequeña consigo porque no había con quién dejarla en casa o, simplemente, porque ella lo quería, y lo pedía.
Ahora que Yorquis se fue de este mundo me pregunto cómo la niña asimilará esa ausencia, cómo será protegida por la madre y la familia, y si es posible que en lo adelante pueda sentirse en el jardín florido donde estuvo su inocencia hasta hace muy poco.
Mis preguntas no buscan respuestas; mis preguntas solo me reafirman que la hija del chofer de la emisora que hoy cumpliría 38 años era para él lo que él mismo me dijo: su vida, su cuerda locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario