La lluvia. He escrito tanto sobre el agua proveniente
de las nubes que siempre creo no tener más que decir al respecto. Pero la
lluvia en Baracoa persiste y amenaza con no dejar en paz ni siquiera la
memoria.
¿Cómo es posible que el agua estropee incluso el domingo, concebido por costumbre como el día que según la Biblia hizo Dios para el descanso, y por añadidura –digo yo-, para aspirar solo a la armonía y el placer?
¿Cómo es posible que el agua estropee incluso el domingo, concebido por costumbre como el día que según la Biblia hizo Dios para el descanso, y por añadidura –digo yo-, para aspirar solo a la armonía y el placer?
Cuando las lluvias de ayer saludaron el amanecer supe que durante muchas horas más al menos cerniría, el cielo conservaría un tono grisáceo y la posibilidad de hacer algo a cielo abierto estaría bajo la incertidumbre.
Era suficiente para que otra vez predominara esa rara sensación de pesadez que invade cuando vemos llover de manera continua, y que aceptara la invitación a dormir, a cambiarle el mayor valor de uso a la cama o a rendirme al recurrente deseo de escribir alojado en mí.
Como sin darme cuenta empezaron a nacer palabras, hasta que la vista por enésima ocasión del río Joa crecido, sucio y fuera de su curso natural, las permanentes goteras que yo trataba de controlar mediante una laberíntica colocación de envases sobre el piso de la casa, y la gota virtual de agua en mi celular avisando que el equipo estaba casi descargado, me hicieron sentir inundado.
Fue como si el agua comenzara a cubrirme pies y cabeza, me mojara la ropa, me obligara a desvestirme y entonces sí quisiera acostarme, ovillado, tapado, oculto, sin pensar en nada para poder dormirme y quién sabe si soñar con el nacimiento del mundo y el momento en que el agua empezó a alcanzar casi todo.
Imagino que las lluvias rociaron la naturaleza y le
sirvieron a los seres vivos cuando por primera vez hizo falta, aunque hoy sea
imposible conocer los efectos de su registro en tiempos originarios.
Lo cierto es que la gravedad y otras leyes físicas
ayudan hace bastante a padecer y agradecer por un agua llegada sin reclamos,
sin aviso y sin que importe si tu vida depende de ella, la insípida, reinante y
vislumbrada eterna lluvia.
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