Bienvenidos

Los primeros pensamientos para encontrar nombre a este blog fueron tan arduos que pronto desistí. Intenté una y otra vez encontrar un término aceptado por la lengua o inventado que denotara Baracoa, mi primera tierra, y nunca quedé conforme. Entonces reparé en que al pensar recreaba un mundo muy propio, quizás porque el que vivimos todos no contenta como yo quisiera, y exige creer que el Sol va a iluminar el día, aunque haya nublados. Creo que nombrar este blog La bolita´el mundo puede expresar mi deseo de representar, aunque sea desde el yo personal, lo que desde niño imaginé universo, hoy tan frágil y vulnerable que por momentos no parece más que una pequeña esfera. La bolita´el mundo es mi mundo, es Baracoa, Cuba, mi familia, mis amigos, son los cubanos dispersos por doquier, las personas incluso que no conozco y la sensorialidad por la que respiro y busco armonía para convivir con la gente en y desde todo lugar, desde toda expresión. Es, en fin, el mundo en mí. O si se quiere, yo en el espacio creado por Dios o la Gran Explosión, según se crea. Lo importante será la palabra, esa por la que me gano el pan y trato de hacer verso.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Kakán


Lo olvido, pero vuelve. Lo olvido porque solo compartimos espacio físico; regresa porque la distancia entre ambos se perdió en el abismo y desde entonces recuerdo que tuvimos el mismo barrio, y muy escasos cruces.

Nunca supe su nombre, ni el por qué del mote, ni si lo escribiría como ahora a mí se me ocurre hacerlo. Coincidimos casi 30 años atrás como alumnos del único preuniversitario de la calle en Baracoa, hasta que dejé de verlo, como a otros, porque un llamado los sacudió como para nunca haber dicho no.

Su partida hacia Angola casi coincidió con la de un hermano mío. Pasaron meses y el fin de año en que faltó alguien necesario en casa vi por primera vez a mi madre llorar la ausencia de un hijo.

Aún guardo las cartas en que mi hermano mayor decía lo que no podía saber su madre. Narraba lo del traslado de soldados por camiones de un lugar a otro, y del blanco que a veces eran los vehículos de un cohete salido quién sabía de dónde, y de las minas enterradas que podían levantar como papel lo que contactara con ellas.

“Es cuestión de principios”, decía él para resumir su móvil en la guerra de los cubanos en África, un continente que se me antojaba negro no tanto por la referencia con que a veces aún se le identifica, sino por el matiz de la vida de millones de personas en siglos de historia.

Nunca me habló de miedo a perder la vida. Nunca lo habría hecho nadie que en circunstancias como la suya sabría que en ocasiones la existencia pende de un hilo, y de menos de un segundo.

Mientras, mi mente era plaza en disputa entre orgullo y zozobra. No sabía pedirle a Dios que lo protegiera. Tampoco a la vida, porque es difícil pedirle a algo que se tiene delante y tantas veces va en nuestra contra.

Mi hermano regresó al hogar. Yo salí corriendo de la playa a abrazarlo, a comprobar las varias libras de menos que una foto le había quitado del cuerpo y, sobre todo, a consolarme con que no había perdido la sonrisa.

Un día el bienvenido supo que ya no veríamos más a alguien entre los edificios del barrio porque jamás volvería. Kakán había muerto en Angola, y aunque también la relación entre ellos fue mínima, el pesar le volvió a decir que hacer por los demás puede tener un precio mucho mayor que hacer por uno mismo, su familia y su país.

Ninguna anécdota, ninguna foto, ningún filme o discurso me ha hecho asociar el sacrificio en la misión militar cubana en Angola como el deceso de aquel muchacho de 17 o 18 años. Es que los recuerdos no son lo que se vive, sino lo que pervive.

Cuando paso por donde mismo él lo hacía poco antes de llegar a casa aún lo veo, como una sombra en relámpago, como una imagen difusa y fija donde antes parecía dibujarse.

Ya hoy ni la familia vive en el lugar donde estaba el hijo. Desconozco hacia dónde arrastraron el dolor. Lo que conozco es que Kakán no está, y que para soportar el peso de ausencias como la suya, las familias prefieren pensar que el arrebato fue no tanto de la muerte, como del azar del destino. De la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario