Que importa la norma de titulaje periodístico si es para
clamar porque cesen los actos de tantos asesinos potenciales detrás de un
volante en calles y carreteras cubanas. La tragedia del accidente de la madrugada
del pasado domingo en el malecón de La Habana dice que el problema de los
accidentes de tránsito parece no dar para más, aunque parezca
que no interesa.
Es difícil, muy difícil, aceptar una y otra vez la ocurrencia
de hechos como el citado, que hasta hoy deja cinco muertos y un buen número de lesionados.
Por si fuera poco, algo más de 24 horas después se produjo el choque entre una
Yutong y un yipi en Mayarí, Holguín, con saldo de tres fallecidos.
Resulta lacerante la existencia de un problema que por
probabilidades siempre se va a repetir, aunque lo grave está en la frecuencia de
su registro, el enlutamiento de las familias, el desangramiento económico, y lo
peor, la incertidumbre sobre en qué momento los responsables pagarán su culpa sin
que la gente sienta la aplicación de ley como una burla.
“No son pocos los que piensan que en cuestión de justicia,
en Cuba se es benevolente con los choferes que provocan sobre todo los
accidentes más graves. En definitiva, un día pueden volver al volante, como si
el daño que hicieron se enterrara según se entierra a un cadáver”.
Así escribí en enero de este año, y si las cosas siguen como van, así se podrá escribir en un futuro sin límite. ¿Cómo entender, por ejemplo, que desde hace 12 años el vehículo involucrado en la tragedia del malecón no tuviera la revisión que certifica el estado técnico para la circulación segura en la vía?
¿Cómo explicarse que manejara alguien que hasta el 2014 tuviera cinco sanciones administrativas de suspensión de la licencia, y hubiera sido multado 40 veces, 11 de ellas por mayor peligrosidad?
Preguntas son muchas; respuesta, una: faltan rigurosidad, sensibilidad ante la pérdida de vidas humanas y dinámica en leyes efectivas por parte del Estado, amén de que el azar haga lo suyo en cobrar por encima de lo que uno concibe.
Creo que estamos cansados, si no hartos ya, de tanto mal, tolerancia, desidia, respecto a los accidentes de tránsito y la suerte paralela que corren los choferes. Frente a lo justo, algo se nos va. Que no sea la cabeza.