Perpetuar la vida puede depender solo de dos. Desde tiempos inmemoriales, parejas de humanos y animales atraídos entre sí copulan y se reproducen como si fueran los últimos en garantizar la continuidad de la existencia en el planeta azul.
Parece una ley de la vida, aunque sin ataduras, porque nada la impone y la posibilidad de elegir es tan amplia que puede librarse de una mala selección y de los condicionamientos que a veces, entre seres pensantes, enturbian la unión.
Cuando de verdad el apareamiento es natural es cuando se produce entre seres instintivos. Basta estar listo para la experiencia y que un tiempo después nazca lo mismo un elefante que un ejemplar microscópico.
En Baracoa, donde hay tantas especies endémicas de flora y fauna que proteger, es para celebrar el cortejo de individuos como la polímita picta, cuya identidad en este territorio se iguala a la del tigre de Malasia o el oso panda en su hábitat.
Expuesta a un peligro de extinción que hace temer a naturalistas y a cualquier habitante de esta región, el caracol con la concha más bella del mundo se preserva en áreas como el Parque Humboldt, donde las cópulas del molusco son un acto ceremonial.