domingo, 19 de mayo de 2013

Un segundo con Bárbara Turbay



Hoy el concurso Nuestra Belleza Latina 2013 coronará a una de las muchachas sometidas hace dos meses a un rosario de miradas y opiniones que les dieron imagen pública en un sueño compartido por millones de personas en todo el mundo.

Cuando en este país se critica o celebra la existencia de un evento que resalta el ideal de hermosura física por encima incluso de la promovida integralidad de las competidoras por parte del jurado, vale preguntarse por qué tanto revuelo con una propuesta de espectáculo bien distinta en estructura e intereses a las de la televisión cubana.
Lo digo porque, sin interés de opinar solo por autocomplacencia, es llamativo que un producto audiovisual divorciado de los patrones sustentados por nuestras instituciones como guías enaltecedoras de valores tenga en vilo a tanta gente.

No exagero si expreso que según mi percepción, niñas y adolescentes siguen aquí tanto o más que los adultos la suerte de esas contrincantes reunidas cada año en una mansión para esperar por retos, decantaciones, votos de simpatizantes y sucesos quizás decepcionantes, tal vez esperanzadores, aunque siempre movidos por el ensueño.    

Eso dice que la elección de lo visto o por ver en pantalla chica gracias a los DVD u otros soportes tecnológicos reduce la edad del destinatario, aviva lo seductor del consumo, moldea el gusto de la audiencia futura.

Para mí, detrás del fenómeno social del concurso generador del prototipo de la mujer latina y de productos culturales semejantes  está, ante todo, el simpe hecho de saber alimentar la ilusión.

Si un medio de difusión, bajo el precepto que sea, equivoca la tesis de que un programa debe en esencia entretener y crear expectativas, peca además contra el deseo del receptor de volar en imaginación como mismo necesita encontrar su espíritu.

El concurso de belleza de Univisión se sustenta en pautas dictadas hace mucho por una industria que encuentra en la participación de la audiencia, directa o indirecta, uno de sus grandes puntales.

Lo sentí cuando en el chat vi el nombre de Bárbara Turbay, le envié un mensaje de elogio y respondió: Gracias. Besosss.

Parecería cursi, pero la ilusión ilumina el universo.

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