Quizás
la frase que más me haya gustado en consideración al valor de la radio
como medio de difusión masiva sea la que dijo el pianista cubano Frank Fernández: sin radio, es como sin aire.
No fue a través de la radio como primero se informó de manera oficial en Cuba, ni significó la aparición de ese medio el comienzo del entretenimiento que desde bien temprano tuvo como función la prensa.
Sin embargo, desde el inicio de las transmisiones regulares a través el éter en la mayor de las Antillas hasta hoy, el provecho de la radio ha sido insustituible.
Aquel agosto de 1922 en que los habaneros comprobaron la hora de sus relojes gracias a la planta 2LC luego del cañonazo de las 9:00 a.m en el Castillo del Morro, se comprobó que el naciente medio de prensa podía transformar la vida en los hogares y, poco a poco, el espíritu social.
Es que no solo se escuchó el tiempo horario exacto, sino también un parte meteorológico, un breve noticiero y canciones anunciadas por Zoila Casas Romero, que así se convertía en la primera mujer en hablar por micrófono en la nación.
En años y décadas sucesivos llegaron a este medio propuestas para niños, aventuras, dramatizados de teatro, seriales, novelas, programas de participación, comerciales, menciones, jingles, publicaciones que promocionaban espacios y figuras; en fin, todo lo que convirtió a la radio en industria, y luego en monopolio.
Fueron tantos los cambios que unas emisoras amentaron su prestigio, otras desaparecieron, irrumpió Radio Rebelde en la Sierra Maestra como vía de difusión del Ejército Rebelde y en lo adelante cambiaron la propiedad sobre las plantas radiales, los intereses con ellas, la forma de hacer y el impacto social, este último amenazado a partir de que poco más allá de la mitad del siglo XX, Goar Mestre posibilitara inaugurar la televisión en este país.
Hoy la red de emisoras cubanas permite que las señales de estas alcancen casi toda la geografía nacional; que las personas se informen con inmediatez y sepan algún día que cuando por cualquier razón no haya periódico en la mano, ni televisión a la vista, habrá radio.
Si donde no podemos leer, ver una imagen en pantalla o acceder a internet, podemos oír una voz quizás a cientos de kilómetros de nosotros, entonces la radio es un respiro, y un respiro, es vida.
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