Bienvenidos

Los primeros pensamientos para encontrar nombre a este blog fueron tan arduos que pronto desistí. Intenté una y otra vez encontrar un término aceptado por la lengua o inventado que denotara Baracoa, mi primera tierra, y nunca quedé conforme. Entonces reparé en que al pensar recreaba un mundo muy propio, quizás porque el que vivimos todos no contenta como yo quisiera, y exige creer que el Sol va a iluminar el día, aunque haya nublados. Creo que nombrar este blog La bolita´el mundo puede expresar mi deseo de representar, aunque sea desde el yo personal, lo que desde niño imaginé universo, hoy tan frágil y vulnerable que por momentos no parece más que una pequeña esfera. La bolita´el mundo es mi mundo, es Baracoa, Cuba, mi familia, mis amigos, son los cubanos dispersos por doquier, las personas incluso que no conozco y la sensorialidad por la que respiro y busco armonía para convivir con la gente en y desde todo lugar, desde toda expresión. Es, en fin, el mundo en mí. O si se quiere, yo en el espacio creado por Dios o la Gran Explosión, según se crea. Lo importante será la palabra, esa por la que me gano el pan y trato de hacer verso.

martes, 22 de marzo de 2011

Para subir al cielo

Para subir al cielo se necesitan tantas cosas que uno se pregunta si algún día será tan leve como para posar el cuerpo en las nubes.

La creencia inveterada de que solo los buenos van a la gloria genera una persecución de ideal nada desdeñable, pero, a la vez, preguntarse en qué bando se está y quedar conforme al saberlo puede resultar confuso o embarazoso.

Hoy es universal la aceptación de muchos de que el bien y el mal donde mejor se desligan es en reino de Dios, que nada ni nadie como el Señor puede entender las cosas del imperfecto mundo terrenal, perdonar lo pecaminoso, redimir y saber las almas, las poquísimas almas que, según la Biblia, acompañarán al todopoderoso en el viaje al Edén.

Un proceso tan arduo quizás demande, como en la canción, dos escaleras. La grande para esforzados que creen en la virtud y saben que la vida es una constante escarpada; la chica para perezosos que prefieren caminos cortos y planos por considerarlos más provechosos. En todo caso, pertenecer a una iglesia respalda la elección.

De momento parece no haber más refugio que los templos para estar protegidos de la maldad, o en vías de lograrlo; pedir y esperar que el milagro salve de reales y posibles fatalidades; merecer librarse de enfermedades, físicas o espirituales.

Ahora recuerdo aquello de que el amor florece en tiempos de peste. Pero, si en verdad pueda que en épocas turbias crezca el afecto hacia quienes queremos o buscamos nos quieran, el “amor” de cientos y miles de nuevos feligreses que se acercan a las casas de Dios en toda Cuba nace de la curiosidad y el vacío del “voy a ver qué pasa”.

Hoy la Iglesia como institución aprovecha muy bien la necesidad de la gente de asirse a algo cuando no encuentra a qué en su casa, su familia y su realidad para hallar la paz que a veces comienza a negarse uno mismo.

Así debió ser siempre, como cuando yo asistí a la Iglesia Parroquial de Baracoa hasta que mis padres dejaron de ir, no por falta de fe, sino porque la presencia en el templo afectaría la imagen de mi madre en su centro de trabajo, y la de sus hijos en la escuela.

Si actualmente yo fuera adonde entonces iba, al menos estaría en un camino labrado a conciencia limpia. Para mí, la falta de experiencia vital es la que convierte a muchos llamados seguidores de Dios en falsos y oportunistas.

No creo sean mis ideas diatriba contra nada. No lo pretendo. Confieso que creo en Dios, aunque a mi manera, sin devoción, sin la esclavitud del ritual de acudir a un santuario para adorar, recibir predicaciones, purificarme y sentirme fiel.

Confieso además que desconfío de todo lo que ate por decreto, porque mutila la libertad necesaria para, entre otras cosas, mostrarnos tal cual  somos, ya sea preguntándonos si confiar en la justicia de Dios, o si lidiar solos, y cómo, cuando el diablo nos remueve el cuerpo.

Asuntos como esos son a diario disyuntiva en millones de personas. Como se responda ayuda a abrir o cerrar la puerta y el camino a la gloria. ¿Tan simple y complicado es?

Yo creo que para subir al cielo solo hace falta saber que existe. Desearlo está en cada cual.

martes, 15 de marzo de 2011

Anastasia y su laberinto

Quizás Anastasia Sánchez Sánchez nunca supo lo que es un laberinto. Hoy vive en uno, porque su memoria anda perdida dando traspiés, a veces sin levantarse pronto; a veces, la mayoría, sin levantarse nunca.

En la trampa de la vejez, ella recorre su vida desde que siendo niña vino con su familia a pie de Felicidad de Yateras a Baracoa, hasta los días en que el Alzheimer le hace extraviar los caminos.

Hoy, en zigzag, y solo instada a hablar, la anciana dice que nació en Santa Clara, “hace años ya”, en un lugar “que ya ni me acuerdo”.

Tampoco recuerda muy fácil dónde vive ahora, con quiénes, cuántos son sus hijos y bajo el cuidado de cuál está.

La realidad es que Chiche, como le dicen, reside en zona próxima al río Toa con una hija y un nieto, y que su verdadero hilo de contacto con el mundo es la asistencia de la descendiente cuando ella necesita  levantarse, hacer necesidades fisiológicas, comer y oír una voz que no sea la suya.

El otro cordón umbilical de la anciana de 105 años con la vida es su tarareo de canciones que casi nunca reconoce ni la familia, y que el día de la visita de este reportero hacía escondida del frío, acostada en la cama, cubierta de pies a cabeza.

Aún así, dice sentirse bien. Según la hija come bastante; según ella misma, “lo que me den, carne y plátano”, y como fruta: “arroz con leche”.

Cuando Chiche quiere refrescar y la memoria la deja, se va hasta un arroyo en La Perrera a lavar con la hermana. Allí está buen rato, hasta que el desvarío la devuelve a los 55 años que asegura tener, a los 100 que “quisiera vivir”, y a los 200 que no quisiera, “porque es mucha edad”.

Tal vez de todo eso se encargue Dios. Ella no es religiosa, pero cree en él. “Puede ser que me proteja”, aunque “con la edad que tengo ya pierdo”.

En las pérdidas de Anastasia están los muertos que a veces llama, está la paradoja de los días que alargan su existencia y refuerzan su enfermedad, está el padecer de andar sin orientación, ni buenos pies.

De un laberinto, incluso iluminado, no se sale tan fácil. Ni cuando se quiere. Ni cuando en la bruma se hace hasta por cantar.

domingo, 6 de marzo de 2011

La belleza

La persecución de lo bello es tanta que es difícil vivir sin ella. En la búsqueda de lo que creemos hermoso hay una recurrencia sucesiva como los días, asociada a la estética y el deseo natural de hallar en todo luz y no sombra.

Si la vida es un milagro, la belleza es un misterio. ¿Por qué si no, es además un ideal, como puede ser Dios, un ídolo, un amor o un ambicionado propósito?

Aspirar a la belleza será imprudente si no la sabemos dual. Cuando premia por real, ennoblece; cuando daña por engañosa, es como puta vestida de blanco y con flores.

Hay que ser muy fuerte para no sentir que a veces lo hermoso asusta. Es un pavor complaciente y seductor, ladrón lo mismo de sonrisas que de lágrimas.

Quien piense que lo lindo siempre es un regalo nunca entenderá lo feo. Desear rosa sin espina es desestimar el todo, incomprender que la flor es bella solo si lo aprueban los ojos.

A ratos voy a lo literario y recuerdo a quien deseaba divisar todo azul, así como al niño que el padre llevó a conocer el mar y ante lo majestuoso del océano expresó: papi, ayúdame a ver.

La belleza tiene el matiz del cristal con que se mire. Según está en el mar, el arcoiris o la caída de la nieve, puede sublimarse con la imagen del fuego volcánico en la noche.

Por arduo que parezca, pueden conjugarse hermosura y drama. Hermosos eran el rostro y los límpidos ojos de mi amiga Ina, que con poco más de veinte años dejó a voluntad este mundo saltando al vacío.

Desde entonces me consuela pensar que también ella, en el aire, quiso tocar el Sol.